Dinorah
J. Reyes Bravo
En las instituciones educativas de
la educación regular, existen niños que por determinadas situaciones se les
dificulta lograr los propósitos del currículo escolar. El maestro en su
quehacer pedagógico, aún persevera en los viejos esquemas de la práctica
educativa, categorizando a estos escolares por sus rendimientos o déficit.
La escuela tradicionalmente ha
tenido al alumno en el centro de sus problemas de aprendizaje, lo ha
responsabilizado con sus dificultades, etiquetándolo por esta causa como
incapaz, deficiente, retardado o retrasado, entre otras cosas. Los nueva
Pedagogía propone una escuela diferente, la que debe asumir el fracaso en el
aprendizaje de sus alumnos. El visualizarlo de la manera actual, resulta éste
de la competencia de maestros, directivos y especialistas de la institución
escolar, como parte de los servicios educacionales que brinda la entidad.
Fue necesario en un momento cambiar
la perspectiva con la que se contemplaba el déficit, había que traducirlo en
necesidades educativas, o sea, toda la dinámica que sigue el proceso de
aprender: qué, cómo, tiempos, recursos, formas para organizar el proceso, así
como la evaluación de ese aprendizaje.
Una
nueva definición: Necesidades Educativas Especiales.
El éxito o
fracaso escolar se ha asociado al aprender, qué tanto el niño es capaz de
enfrentarse a este proceso y en los resultados es que se contemplan los logros
o reveses en al ámbito escolar.
Para ello
se consideró el aspecto biológico como algo importante y con incidencias en el
desarrollo psicológico, una anormalidad en tal sentido resultaba suficiente para
poder proclamar su imposibilidad de aprender, una anomalía física (ausencia de
un miembro), una enfermedad (epilepsia), trastorno neuromotor (parálisis
cerebral infantil), malformaciones congénitas (labio leporino) y así
sucesivamente podríamos ir denominando otras alteraciones que no implican deficiencias
en la actividad intelectual del sujeto. Por otra parte la errada concepción de
inteligencia, la que fue considerada en tiempos atrás como algo heredado –padres
inteligentes, hijos inteligentes, o lo opuesto-, la aplicación de pruebas
estandarizadas para medir la inteligencia (de las que no tengo nada en contra,
sólo la forma en que es comprendida la misma),
se han interpretado fríamente los números en calidad de qué tan
inteligentes podemos ser, sin tener en cuenta que se sabe lo que se nos enseña,
que somos producto de un sistema de relaciones en los diferentes contextos
sociales en los que interactuamos.
Debemos de
ser coherentes, si consideramos que somos seres bio-psico-sociales no podemos
dejar de tener en cuenta que somos parte de un grupo social de origen (la
familia) y que a través de nuestra vida vamos atravesando por otros grupos
(escuela, grupos de amigos, la comunidad, etc) que van aportando a nuestras
experiencias, nuestros aprendizajes, que no son sólo los académicos, sino
también esos aprendizajes de vida, tan importantes para una convivencia
armónica y de calidad.
El aprendizaje
Vigotsky lo concibió como un proceso social, interactivo, considerando que el
aspecto biológico no es la base fundamental del mismo, sino que como producto
del desarrollo histórico del hombre como ser social éste acontece como parte de
una interacción y colaboración con su medio circundante, de ahí que él plantee
que primeramente el aprendizaje se da como una categoría interpsicológica (en
su interacción con los otros) y luego como una categoría intrapsicológica al
internalizar, personalizar lo aprendido en su medio.
La Dra.
Moncada (1997) a partir de diversos análisis de las diferentes concepciones
sobre el aprendizaje y tomando como referente principal la escuela
histórico-cultural expone…“El aprendizaje es un proceso dialéctico
(individual o grupal) de enriquecimiento personal y social permanente que
permite la transformación o adquisición de contenidos, en correspondencia con
el desarrollo biológico, social y psicológico del sujeto que interactúa en
diferentes espacios y tiempos, que conlleva de forma integral y coherente a
nuevos modos de sentir, pensar y hacer”.
Ambas definiciones
no dejan de lado lo personal en este proceso, pero sí le otorgan una marcada
significación al factor social. Todos podemos aprender, con diferentes ritmos,
estilos, diversas capacidades que tienen su trasfondo en ese sistema de
influencias sociales que ha recibido el individuo.
Pero, ya
se quedó atrás, conjuntamente con esas viejas concepciones en torno al
aprendizaje, las categorías diagnósticas que marcaban a los que se les
dificultaba aprender. Todos necesitamos aprender, por tanto se hablan de
necesidades educativas.
Esta nueva concepción implica
esclarecer en qué consisten las mismas.
M. L. Nieves (1995) considera las
necesidades educativas como un concepto que expresa las transformaciones o
cambios que deben y pueden producirse en los modos de actuación de los
contextos educativos (incluido el alumno), para garantizar que el sistema de
relaciones que entre ellos se establece y desarrolla, permita la consecución,
por el alumno, de los propósitos formativos (instructivos y educativos).
Estas necesidades cuando dejan de
ser comunes para todos porque al alumno se le dificulta acceder al aprendizaje
de los contenidos del currículo escolar correspondiente a su edad, por disímiles
causas, que pueden ser internas (biológicas y/o psicológicas), por dificultades
o carencias en el contexto sociofamiliar o bien por una historia de aprendizaje
desajustada, necesitando para compensar las mismas adaptaciones de acceso y/o
adaptaciones curriculares significativas en varias áreas de dicho currículo,
podemos decir entonces que estamos en presencia de necesidades educativas especiales.
Qué caracteriza esta definición?
ð Corresponde a un grupo de
alumnos.
ð Es un término relativo y
contextual.
ð Hace referencia a los problemas
de aprendizaje que presentan los escolares en las aulas
ð Supone de recursos extras
para su satisfacción.
Este término nos permite contemplar
el carácter interactivo de las mismas, ya que además de las dificultades que
tienen un origen biológico, por déficits correspondientes al organismo, éstas
pueden ser generadas en los diferentes contextos donde interactúa el escolar,
por lo que se requiere de un exhaustivo proceso de evaluación.
Al tener esta perspectiva de las
dificultades para aprender responsabiliza al docente con el aprendizaje de sus
alumnos, pues debe de poner en práctica todos los recursos necesarios para
ello, tomando en cuenta materiales, métodos, tiempos en función de lograr los
objetivos. Ya cuando se precisa de apoyos extras para dar solución a las
dificultades, tenemos criterio para pensar que estamos en presencia de
necesidades educativas especiales.
Dentro de los variados recursos que
debe de proveerse para reducir o atender dichas necesidades, se requiere de
docentes preparados, con conocimientos acerca de la especialidad, además de los
profesionales capacitados en la atención a estas dificultades que permitan
colaborar en equipo para que estos escolares puedan acceder a los aprendizajes
del currículo escolar.
Evaluar
las Necesidades Educativas Especiales.
Para lograr una adecuada atención a
estos alumnos, es sumamente importante su detección y adecuada valoración desde
una perspectiva sociopsicopedagógica, si tenemos en cuenta los elementos que
conforman esta conceptualización. Una detección oportuna favorecería la
adecuada superación de estas dificultades por la satisfacción de sus
necesidades educativas especiales, lo que demanda de un proceso de evaluación
atendiendo los diferentes entornos donde interactúa el escolar además del
propio niño.
Esta evaluación ya no se limitaría a
la realización de todo un inventario de limitaciones y deficiencias de estos
menores, es un proceso de carácter sistemático, sistémico, interactivo y
contextualizado. Está encaminado a establecer relación causa-efecto, buscando
el origen de las dificultades, cómo han influido en ellas los diferentes
contextos educativos: escuela-familia-sociedad, además de las potencialidades
de desarrollo.
Por esta razón,
independientemente de que tomemos en cuenta su desarrollo físico, intelectual,
comunicativo-lingüístico y su adaptación e inserción social, es importante
contar con:
·
Las condiciones ambientales de su entorno escolar,
·
La relación maestro-alumno, alumno-grupo,
·
Si se tienen en cuenta sus particularidades en el
proceso de enseñanza,
·
Existencia en la escuela de los servicios de apoyo
especializados
·
Si el escolar recibe éstos, etc.
En el contexto
sociofamiliar es preciso conocer:
·
El grado de autonomía del niño,
·
La interacción que establece con los distintos
miembros de su grupo familiar,
·
El conocimiento que poseen ellos sobre las
particularidades del menor,
·
Cómo ellos colaboran con el proceso
docente-educativo, entre otras.
De la comunidad
es preciso tener en cuenta
·
Recursos existentes en ella en relación con las
necesidades del alumno
·
Si el niño hace uso de ellos (servicios médicos,
instalaciones deportivas, centros culturales, recreativos, etc.),
·
Las relaciones que establece la comunidad con la
familia del niño y con él,
·
Conducta moral de la barriada
·
Influencias que ejerce ésta sobre el escolar, etc.
Resulta importante tener en cuenta
que este concepto de necesidades educativas especiales subraya la naturaleza
interactiva de las dificultades de aprendizaje (si tomamos en cuenta el
carácter interactivo del aprendizaje), al analizarlo nos permite comprender que
las dificultades no sólo se hallan en el alumno, sino también pueden estar
dadas en las características del entorno educativo en el que se desenvuelve y/o
en la respuesta educativa que se le ofrece, valorando además como el marco
apropiado la misma escuela común y considerando como último recurso la escuela
especial. También este criterio ha favorecido centrar la atención en las
verdaderas potencialidades de los escolares, dejando de etiquetarlos,
estigmatizarlos, poner la mirada en supuestas limitaciones que no puede
superar.
Este mismo carácter interactivo de
las necesidades educativas especiales ha llevado a darle otro carácter al
proceso de evaluación-intervención, el que tampoco entonces se centra
exclusivamente en el escolar, sino también en el amplio contexto donde
desarrolla su proceso de aprendizaje, de lo que se desprende la necesidad del
seguimiento al proceso de enseñanza-aprendizaje, traducido en su evaluación
continua dentro del propio ámbito educativo, por lo que los docentes no sólo
atienden las deficiencias del escolar, sino que también contemplan las acciones
educativas a desarrollar con los diferentes contextos donde se desenvuelve el
menor. De ahí la necesidad de realizar un proceso evaluativo donde nos permita
desentrañar las causas de las dificultades, atendiendo la situación educativa
en la que se encuentra inmerso el escolar.
Resumiendo…
Esta concepción de traducir las
dificultades en necesidades exige de un cambio en nuestra visión en relación al
aprendizaje. Todos podemos aprender, es algo innegable, lo que no todos lo
hacemos bajo las mismas condiciones ni con los mismos criterios.
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