Dinorah J. Reyes Bravo.
El niño en ese proceso de
crecimiento, -no haciendo referencia al físico, sino a ese crecimiento como ser
social- recibe grandes influencias de la familia, de la escuela y de la
sociedad, esta última vista desde lo microsocial (la comunidad) y desde lo
macro (la misma sociedad en sí). Todos ellos en estrecha relación y aportando
en la educación del futuro ciudadano.
Algunos de nuestros escolares
sin embargo, encuentran obstáculos en ese proceso de crecimiento, en el
aprendizaje, visto desde lo curricular y que en definitiva se constituyen en
aprendizajes de vida, si tenemos en cuenta que esos conocimientos que el niño
adquiere resultan necesarios para vivir en sociedad: habilidades motrices,
habilidades afectivas, habilidades de pensamiento, comunicarse, el conjunto de
actitudes y valores correspondientes a cada grupo social que permiten vivir en
armonía.
El maestro de la escuela regular
en ocasiones precisa de la colaboración de los especialistas de educación
especial, quienes llevan a cabo, como parte de sus funciones, la evaluación
psicopedagógica –otro proceso más dentro de esa cadena de procesos que se
constituyen dentro de la educación- para determinar si ese escolar presenta
necesidades educativas especiales.
Todos los
escolares son objeto y sujetos de la educación, por tanto todos tienen
necesidades educativas que satisfacer como seres sociales. Ahora bien, estas
necesidades cuando dejan de ser comunes para todos porque al alumno se le
dificulta acceder al aprendizaje de los contenidos del currículo escolar
correspondiente a su edad, por disímiles causas, las que pueden ser internas
(de origen biológico y/o psicológico), por dificultades o carencias en el
contexto sociofamiliar o bien por una historia de aprendizaje desajustada, demandando para compensar
las mismas adaptaciones de acceso y/o adaptaciones curriculares significativas
en varias áreas de dicho currículo, podemos decir entonces que estamos en
presencia de necesidades educativas especiales.
Este concepto apunta a que las
dificultades no pueden ser vistas solamente en el propio alumno, sino como
causa de ese sistema de interacciones que se establecen con los diferentes
contextos, que puede resultar deficitario en lo que le aporta al escolar, se
producen carencias en su desarrollo desde el punto de vista psicopedagógico. El
término se centra en los problemas que presentan los escolares para aprender y
pueden ser múltiples causas las que incidan en ello.
Una evaluación psicopedagógica
adecuada permite caracterizar al niño que evaluamos y definir sus necesidades
educativas especiales, así como el carácter de las mismas (transitorias o
permanentes). De ello depende el diseño de la intervención que realicemos. Esta
tiene que estar encaminada no sólo al alumno, sino también a los contextos con
los que él interactúa: escolar, familiar y comunitario. He aquí donde se pone
de manifiesto otra de nuestras funciones como especialistas de educación
especial, la orientación.
No podemos pensar que con el
sólo accionar nuestro con el menor, vamos a satisfacer plenamente sus
necesidades educativas especiales. Todos los actores educativos tienen que
estar implicados en este proceso de intervención y no puede recaer solamente en
un especialista o equipo multidisciplinario la responsabilidad de la
satisfacción de dichas necesidades. De ahí nuestro papel como orientadores.
La
intervención debe de ser integral, aprovecharse al máximo todas las
potencialidades que ofrecen todas y cada una de las acciones que se llevarán a
cabo. No nos podemos abocar exclusivamente al trabajo en los aprendizajes del
currículo sin tener en cuenta qué ha estado obstaculizando el mismo. Insistimos
en la necesidad de tener en cuenta algunas cuestiones que son importantes
orientar para un buen trabajo con el escolar, tanto al maestro como a la
familia.
A
continuación señalamos una serie de recomendaciones que suelen brindarse a la
escuela y a la familia para el trabajo con estos escolares, con la finalidad de
satisfacer dichas necesidades.
Para
el maestro:
- Establecer una
relación afectiva con el menor que permita profundizar en el conocimiento
de sus particularidades individuales, tanto desde el punto de vista
afectivo-emocional como de los procesos que permiten el acceso al
conocimiento, lo que propiciará estructurar acciones de trabajo para
satisfacer sus necesidades así como crear un compromiso a través de esta
relación para su aprendizaje.
- Fomentar una
comunicación maestro-alumno y alumno-grupo adecuada que permita la
potenciación de aspectos de la personalidad como la autoestima y la
autodeterminación, tan importantes en el proceso de aprendizaje.
- Favorecer el
desarrollo de un clima emocional agradable dentro del grupo, ello
coadyuvará en el transcurso de un buen proceso de aprendizaje de los
escolares.
- Evitar en la
comunicación con el alumno las etiquetas negativas tan contraproducentes
en el desarrollo de la personalidad, atentan contra el desarrollo de la
autoestima y las motivaciones del escolar, así como su autovaloración.
Esto también favorece al distanciamiento en la relación maestro-alumno, la
que debe fluir adecuadamente ya que resulta imprescindible en el proceso
de aprendizaje.
- Hacer uso de las
posibilidades que brindan los programas de estudio de cada grado para el
entrenamiento de los procesos intelectuales. Debe revisar las actividades
del libro de texto para realizar una adecuada selección de las mismas
atendiendo a las necesidades de sus alumnos.
- Fomentar la
autoevaluación en el escolar para que aprenda a evaluar sus resultados y a
sí mismo en el proceso, punto de partida para el impulso de nuevas metas
de aprendizaje, el perfeccionamiento de su actividad y la búsqueda de
nuevas estrategias.
- Estimular sus
logros y actitudes positivas por insignificantes que sean, lo que
contribuirá al reforzamiento de una identidad positiva, favorecerá el
desarrollo de su seguridad y confianza en sí mismo, así como su
autoestima, además de sus motivaciones e intereses.
- Desarrollar buen vínculo escuela-familia, comunicándole a los
padres la evolución del menor en la escuela y orientándoles la forma en
que pueden contribuir con sus avances escolares. Establecer mecanismos de
retroalimentación.
- Atendiendo a la significación del lenguaje en el proceso de
aprendizaje del escolar es recomendable realizar actividades que
favorezcan el desarrollo del vocabulario, tales como narraciones de
experiencias, cuentos, observaciones de láminas, diálogos sobre
actividades realizadas, que permitan la inclusión de nuevos vocablos en su
lenguaje, una mejor coherencia y lógica en su expresión, así como un pensamiento
estructurado. Es importante señalar que esto coadyuva al desarrollo del
pensamiento.
Para
los padres:
- Organizar un horario de vida al niño, de forma tal que le
permita el desarrollo de hábitos y a su vez contribuirá a la
estructuración de su pensamiento.
- Disponer de un espacio en el hogar para el estudio del menor,
con un mínimo de condiciones para la realización de sus tareas:
organizado, sin distractores, tranquilo, que propicie el óptimo cumplimiento
de las mismas.
- Establecer una adecuada comunicación con el menor,
preocupándose por sus actividades del día, por sus estados emocionales,
sus amistades, de forma tal que sienta confianza en sus padres y se sienta
apoyado. Esto es importante porque le da seguridad al niño.
- Asignarle responsabilidades en el hogar acorde a su edad,
para que contribuya con su independencia y la colaboración. Esto se verá
reflejado en la escuela y en su comportamiento en general.
- Resulta necesario un acercamiento a la escuela con el
objetivo de orientarse en la mejor manera en que pueden ayudar a su hijo
en el aprendizaje.
Finalmente…
Estas son algunas sugerencias de
carácter generalizado que suelen brindarse a maestros y padres de escolares que
se someten a la atención psicopedagógica, pero es importante que se
particularicen atendiendo a las características de cada caso.
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