Jorge A. Guilarte Téllez
Dinorah J. Reyes Bravo.
En estos últimos tiempos se ha
observado lo difícil de responder a la siguiente pregunta: ¿qué es un niño?
Siempre nos ha resultado muy difícil pues en ocasiones no estamos acostumbrados
a explicar algo que puede resultar tan obvio, por lo que trataremos de que
usted dé respuesta a partir de algunas reflexiones para lo que nos apoyaremos
en las siguientes preguntas:
ü Existe una separación
radical entre la infancia y la adultez?
ü Se abandona
definitivamente el mundo de la infancia?
ü Si todos fuimos niños,
¿por qué es tan difícil comprenderlos?
ü Qué nos pasa ahora que
ya no recordamos de cómo ser niño?
ü Por qué pedimos tantas
veces a los niños que se pongan en nuestro lugar y tan pocas veces nos ponemos
en el suyo?
Dándole respuesta a estas
interrogantes nos habremos dado cuenta cuánto podemos aprender y aplicar
consecuentemente acerca de la infancia si nos acercamos al niño que fuimos y
aún somos, para de esta forma comprender más sus formas de actuar.
Partimos, como piedra angular en
la educación de nuestros hijos, del establecimiento de los límites físicos,
psicológicos, emocionales y sociales. Esto supone un mayor gasto de energía ya
que debemos vigilar su cumplimiento de forma flexible, consecuente y
sistemática; poner límites nunca implica rigidez, imposición o pérdida de la
libertad del niño. Si son bien aplicados le ofrecemos al niño:
« Seguridad y protección.
«Permite predecir la
reacción de padres/hijos ante determinadas situaciones y comportamientos.
«Le permite al niño tener
muy claro determinados criterios sobre las cosas, porque los límites son
referencias.
« Enseña al niño de forma
consciente a renunciar a deseos de forma coherente, lo cual lo prepara para su
vida de adulto y colectiva.
¿Cuáles
serían las condiciones para poder establecer con éxito los límites educativos a
nuestros hijos?






Queremos hacer énfasis en la
preparación de los padres en función de hacer frente a la educación de sus
hijos, para que ellos crezcan sanos y felices. No podemos dejar de reconocer
otros vínculos implícitos en el crecimiento y desarrollo de nuestros hijos y es
el resultado de sus interacciones con otros adultos y niños, ya que juntos
comparten emociones, tareas, esfuerzos, que si logramos armonizar sería un
factor esencial en su mejor formación.
Para realizar una intervención
coherente los padres debemos conocer:
1ro. Cómo se organiza y
estructura la familia, quiénes la integran? Cuáles son los roles que cumplimos
cada uno de sus miembros.
2do. Cómo interactuamos? Cómo
nos comunicamos?
3ro. Qué pensamos, qué sentimos,
cómo lo transmitimos?
4to. Cómo se satisfacen y
reclaman las necesidades en el seno familiar?
5to. Cómo se toman las
decisiones?
Una vez conocida parte de nuestras reflexiones sometemos a
ustedes algunas de las dificultades encontradas en el manejo del niño que
pueden conllevar a trastornos emocionales en su etapa de adulto. Reflexione en
torno a lo que presentamos a continuación.
Algunos
de los errores más frecuentes en la formación emocional de los menores,
repercusión en la adolescencia y vida adulta.
1- Calificamos al niño, no al acto cometido. Es uno de
los elementos más frecuentes y altamente nocivo en la educación y formación de
la personalidad de estos niños, pues en ellos condicionamos los peores
calificativos y dañamos de forma irremediable su autoestima, autovaloración,
autojuicios en fin todas las valoraciones externas e internas en desarrollo.
2- Restringimos y cuestionamos a los niños su libertad
en la misma medida que crecen, y ya pueden ejercerla de forma adecuada y
consciente, siendo esto un derecho y una forma de respeto a su dignidad.
3- No escuchamos, no nos ocupamos ni preocupamos por
sus dudas, temores, quejas, peticiones y necesidades.
4- Impedimos con frecuencia que sean ellos los que
tomen sus propias decisiones acorde a su edad y circunstancia. Tampoco los
orientamos en esa toma de decisiones.
5-Los hacemos partícipes de nuestros conflictos
emocionales, y muchas veces los responsabilizamos de ellos.
6- El uso de chantaje emocional y sentimental como
escudo para protegernos de nuestros problemas y dificultades con los demás,
fundamentalmente los conflictos de pareja.
7- Comparamos y ridiculizamos a los niños frente a
otros niños y adultos.
8- Pretendemos que sean perfectos, propios,
cumplidores, ordenados, sin haber predicado con nuestro ejemplo.
9- Trasmitimos nuestras frustraciones, sentimientos y
comportamientos negativos.
10- Convertimos los regalos en una inversión a plazo fijo.
11- No establecemos de forma clara y precisa los límites
en los niños, lo cual no le permitirá madurar y poder determinar relaciones
adecuadas y desarrolladoras en su entorno, lo cual ayudaría a evitar conflictos
en sus vivencias desde edades tempranas.
12-No desarrollamos en los niños la capacidad de responder de forma
positiva ante las frustraciones, ya que no siempre podemos ni tenemos a nuestro
alcance satisfacer sus deseos.
13- La no formación y desarrollo de una jerarquía de valores.
14- No preparamos al niño para la búsqueda y aceptación de la verdad como
base para la correspondencia entre el pensar y actuar.
15-No desarrollo de la responsabilidad y el respeto, como clave para
etapas posteriores poder actuar de forma consciente en relación con las
consecuencias de sus actos y la preparación para la autonomía.
16-No desarrollamos en nuestros hijos la enseñanza en la paciencia y el
equilibrio para fortalecer el carácter, la capacidad de amar y la toma de
buenas decisiones.
Estos aspectos bien valdrían la
pena tenerlos en cuenta en la orientación familiar, de la misma forma tratarlo
con maestros para que contemplen los mismos en las sugerencias que le brinden a
los padres en relación con el adecuado desarrollo del menor.
Todo
esto da las pautas para un programa de orientación para padres y maestros, atendiendo
un sistema de indicadores de la dimensión afectivo-motivacional y su valor en
el desarrollo y formación de la madurez escolar, válido para todos los niños y
muy especial para aquellos con Trastorno por Déficit de Atención con o sin
Hiperactividad (TDAH).